Antes de comenzar con el desarrollo de este artículo, no puedo evitar transmitir el por qué, dentro de mi maravillosa profesión, elegí dedicarme especialmente a la infancia y la adolescencia, a sus familias y a sus docentes. Fueron varias las razones por las que lo decidí. La primera, y todo hay que decirlo, mi tremenda debilidad por los niños y adolescentes. La segunda, el percatarme en mi corta experiencia profesional trabajando con adultos, de lo que en muchos casos se esconde debajo de sus síntomas, y es, aquel niño que se sintió desprotegido o “no visto”. La tercera razón fueron dos frases que escuche y que me hicieron pensar bastante: “La infancia es el jardín donde jugarás el resto de tu vida” y “los miedos adultos, son los miedos adolescentes”.
Pues bien, hecha esta introducción paso a explicar la diferencia que existe entre tres conceptos que fácilmente se confunden y por los que los padres en consulta me preguntan mucho: El autoconcepto, la autoestima y la identidad.
El autoconcepto hace referencia al conocimiento que tenemos de nosotros mismos, esto es, como me defino yo a nivel físico, psicológico, emocional e intelectual. La autoestima se refiere a la valoración emocional que hago de esto. Por lo tanto, forma parte del mismo constructo con la diferencia que el primero está relacionado con la cognición y el segundo con la emoción.
Ambos se conforman durante los primeros años de vida a través de las experiencias y de los mensajes recibidos por las primeras figuras de apego (padres principalmente y maestros). La autoestima se irá conformando a medida que el niño/a vaya comparando con los demás sus características (la idea que tiene de ellas) y vaya tomando consciencia de cuales de éstas son valoradas de forma positiva o negativa. Por ello, tanto la creencia de sí mismo/a, como la valoración emocional que se otorgue, se formará a través de la información que me llega del medio, de fuera hacía dentro, o dicho de otro modo, es algo que se aprende.
El sentido de la propia identidad se construye al comenzar la etapa de la adolescencia, ya que la persona adquirirá la capacidad de pensar de forma crítica, aparecerá el sentido de pertenencia a un grupo, la necesidad de experimentar nuevas experiencias, el descubrimiento de la sexualidad, y con ello, el progresivo distanciamiento de los padres y el acercamiento cada vez mayor a los iguales. El que estos fenómenos sucedan son imprescindibles para que el adolescente vaya generando su propia personalidad.
La adolescencia es una etapa difícil pero a la vez maravillosa, pues como una vez leí: “El ser humano nace, mentalmente hablando, durante la adolescencia”.
Esta frase nos viene a transmitir que durante esta etapa los adolescentes se plantearán todo, revisarán su pasado, su presente, y proyectarán a futuro. Tomarán conciencia de sus experiencias y de los mensajes recibidos y proyectarán como eso les puede afectar en un futuro. Se quedarán con aquello que creen que les sirve y con aquello que creen que no, revisarán si sus características, que son diferentes a las de los demás, les permitirán ser reconocidos/as y aceptados/as.
Sin embargo, el cómo los chicos y las chicas durante esta fase vivan estos cambios, y por lo tanto, vayan construyendo su identidad, dependerá en gran medida del autoconcepto creado desde infante y en como éste haya sido valorado (autoestima).
Como adultos, tenemos que fomentar en los niños/as desde sus primeros años de vida, el que aprendan a reconocerse y a aceptarse y el que comprendan que siempre pueden cambiar, o no, por lo que es fundamental que les ayudemos a que otorguen una valoración de sí mismo/a ajustada y funcional, es decir, una visión que les permita adaptarse al medio de una forma adaptativa.
Con esto les estaremos ayudando a que construyan una percepción de sí mismos/as (identidad) con la cual se sientan cómodos y felices.