El acoso escolar es un problema muy vigente en nuestra sociedad actual y un hecho que a pesar de lo que en muchas ocasiones se piensa, ha sucedido siempre. La discriminación, el rechazo, el abuso de poder, son comportamientos disfuncionales que han acompañado al ser humano siempre y que comienzan en etapas tempranas.
La guía de UNICEF sobre el acoso escolar lo define como una conducta de persecución físicay/o psicológica que realiza un estudiante contra otro. Es una acción negativa, continua e intencionada que crea una relación de dominio-sumisión.
Si atendemos a las últimas palabras de la definición, “crea una relación de dominio-sumisión”, es fundamental tener en cuenta que la forma en la que los niños o adolescentes se vinculan con otros, es algo que depende de un conjunto de factores, entre ellos, su cultura, su entorno socioeconómico, su temperamento, y uno de los factores más importantes, es el tipo de vínculo que hayan creado y estén creando con sus principales figuras de apego (normalmente sus padres). Este vínculo determinará en gran parte, la seguridad con la que el niño o adolescente explore su entorno y las estrategias que utilice para defenderse de un conflicto.
Algunas de las formas en las que se ejerce el acoso son en muchos casos sutiles e insidiosas, siendo complicado a veces detectarlo o hacerlo de forma precoz. Estas formas tienen que ver con el uso de internet y de las nuevas tecnologías (ciberacoso), y/o con comportamientos en los que a veces el propio niño o adolescente que lo sufre y los adultos de su alrededor no lo perciben hasta que no comienza a manifestar cierta sintomatología. Estos comportamientos tienen que ver con hacer que otro compañero lleve a cabo conductas disfuncionales a cambio de “no quedarse sólo”, lanzar mensajes del tipo, “es normal que te equivoques, a ti no se te da bien, o «eres un poco pavo». Son situaciones que van mermando poco a poco a la persona en una etapa de la vida en la que se esta formando su autoconcepto y autoestima, en el caso de los más pequeños, o su identidad en el caso de los adolescentes.
La manera de prevenirlo sería trabajando en el colegio y dentro del entorno familiar valores como la igualdad y la inclusión, así como entrenando cada uno de los componentes de la inteligencia emocional (reconocimiento y gestión de las propias emociones y reconocimiento y gestión de las emociones de los demás) desde la etapa infantil. Además, se debe entrenar desde etapas tempranas, la empatía, y estrategias de resolución de conflictos adaptativas.
Esto no es tarea fácil, todo lo contrario, es muy complejo, entre otras cosas, como siempre comento a los padres y profesores, porque como adultos, responsables de niños y/o adolescentes, tenemos una «mochila», en muchos casos, cargada de experiencias y estrategias negativas, lo cual trasmitimos, y no podemos olvidar que los los seres humanos aprendemos por observación.
Cuando detectamos un caso la intervención debe hacerse con ambos niños o adolescentes implicados en ello, pues en ocasiones comentemos el error de intervenir solo con una de las partes (con el acosador o con el acosado) y ha de tenerse en cuenta que tanto el que acosa como el que es acosado, están llevando a cabo conductas no funcionales, por lo que hay que indagar en ellas y en sus causas.